En esos momentos en una casa de las afueras.
Todavía no se lo cree. No llega a entender como puede ser
verdad que ya no valla a ver más a su abuelo Juan.
Nerea está sentada en la mesa de la cocina. Sola. Lo
necesita. Está perdida en sus pensamientos, en su dolor. Perder a un ser
querido nunca es plato de buen gusto y mucho menos cuando vives puerta con
puerta con él.
Ya echa de menos el olor a tabaco de pipa y el aroma de su
colonia.
Mañana por la tarde es el entierro. Tiene que permanecer
entera, por su padre. Él está mucho más afectado y necesita sentirse apoyado
por su familia. Hoy ha sido un día horrible, no ha podido dejar de pensar en el
tema desde que su madre se lo dijo esta mañana. Su padre se había ido entonces
y no había vuelto. Probablemente estaría ahogado las penas en algún bar. Solo
espera que este bien y no haya hecho ninguna tontería.
Coge su móvil. Necesita hablar con alguien. ¿Y si llama a…?
No, eso no es buena idea. Probablemente él le dirá que no le interesa su vida y
que le deje en paz. ¿Pero qué dice? Enrique no es así, son amigos… a pesar de
lo que ella siente. Se decide y marca su número. Un pitido, dos, otro más… No
lo coge y salta el contestador.
Nerea suspira profundamente y guarda el móvil. ¿Dónde se
habrá metido?
Un domingo por la mañana del mes de enero.
Abre lentamente los ojos. ¿Dónde esta? Parpadea. ¿Dónde va a
estar? ¡Pues en su habitación! Violeta se mira y se da cuenta de que está
vestida. Entonces recuerda que anoche después de cenar apresuradamente subió a
su habitación y se tumbo en la cama a pensar en si había hecho lo correcto
accediendo a quedar con Rubén. Debió de quedarse dormida entre tanto dilema.
Se levanta y se cambia de ropa para no tener que soportar un
cuestionario procedente de su madre. Mira el reloj, son las doce y media. ¡Que
tarde!
-Buenos días dormilona –le dice su madre al verla bajar las
escaleras.
-Hola mamá.
-Anda siéntate y desayuna.
Violeta y su madre desayunan tranquilas, como siempre.
Desde que su padre murió y su hermano Álvaro se fue a
estudiar fuera de la cuidad, siempre están muy solas. Ya hace tres años de la
muerte, pero aun así Violeta a veces, escucha los sollozos de su madre. Álvaro decidió
irse porque no soportaba el ambiente triste que había en la casa. Ahora Violeta
lo echa mucho de menos. Siempre han estado muy unidos y en los meses en los que
lleva estudiando fuera a penas ha vuelto a casa en dos ocasiones. Siempre
promete que las visitará más pero nunca lo hace.
-Hija, recoge tú lo del desayuno por favor que yo me voy al
centro.
-¿Al centro? ¿Para qué? –pregunta Violeta extrañada.
-Pues….emm…. –Aurelia vacila, entonces Violeta cae en la
cuenta. ¡Su cumpleaños! ¡Es el viernes que viene!- pues a comprar unas cosas
hija.
-Vale, vale –disimula Violeta.
Su madre le da un beso y se va. Genial, así podrá
desmadrarse.
Sube corriendo a su
habitación, coge su viejo radiocasete y pone su disco de Eminem a todo volumen.
Suena “Not Afraid”. Le encanta esa canción, baila y canta
mientras da saltitos por la habitación. Le desahoga mucho hacer esto cuando
está sola. A veces, parece un poco infantil, pero ¿qué más da lo que piense el
mundo? Bastante mal lo está pasando como para pararse a pensar en esas
tonterías del “que dirán”. Ella es cómo es y a quien no le guste ya sabe…
De repente ve como se ilumina la pantalla de su móvil, que
está en la mesilla. Se acerca y abre el mensaje. Es de Rubén. Un escalofrío le
recorre todo el cuerpo. “Buenos días princesa. Tengo muchas ganas de que llegue
esta tarde para estar contigo. Un besazo. Recuerda que…”
Lo lee una y otra
vez. ¿Recuerda que…? ARG .A veces odia esa actitud que tiene.
¿Qué quiere decir con eso? Por un momento se arrepiente de
haber quedado con él.
-Puff…. –resopla una
y otra vez.
Ahora no se pude echar atrás. ¿O sí? Se intenta convencer de
que no va a pasar nada que ella no quiera, pero el problema es: ¿Qué es lo que
ella quiere en realidad? No lo sabe. Está muy confusa. Rubén le atrae, pero
ella está con José y nunca ha pensado en serle infiel aunque estén a distancia.
<<Bueno… si no se entera…>> piensa dudando. Se da una palmada en la
frente. ¿Qué está diciendo?
Se asoma a la ventana para que le de el aire fresco de la
mañana. Decidido. No pasará nada que no sea lo normal entre dos amigos.